La
mañana es pegajosa de piel, de miel aroma, cerveza color ámbar con vodka sudor
en vasos rojos, sin hielos y sal - o eso creo - y limón y popper de farmacia
para el dolor y el dormir y el sentir escuchando como se rompen las neuronas
acomodadas por el DJ en turno. El
calor del domingo sin sonido, o quizá lunes, -porquemeperdientuspiernasllenasdepecas
- mordisquea esos labios secos y ojos entreabiertos marcados de sombra en la
parte de abajo, como colgando unas bolsitas con café –esquenohemosdormido- ni
ha dejado de verla desnuda –llenadepecas- ni de buscar debajo de la ropa botes,
cenizas, alfombra blanca; el último suspiro. Ella en cambio, parece estar en un
molde, lista para comerse o morderse o –algoasí- horneada como pastel en un
plato de winipu –quenosededondesalio-. Juguemos ajenos a todo. Si eso es posible. Hada.
- Hada, ya
despierta.
Ella
no suda, ni se mueve, ni se muerde y sonríe cuando duerme –segundicen- y abraza
una almohada. Se conocieron hace seis o siete años. Hada apenas llegaba a los
quince y Quique ya tenía diecisiete.
Todos los viernes, sin excepción, se juntaban en casa del Pooni a
escuchar a Los Intoxicados, prender inciensos de vainilla y fumar mota con la
pantalla del televisor en MuchMusic –porquenmejiconohaynadabueno- luego se
abrazaban, le tomaban a la caguama, jugaban a ser un equipo y coreaban y
hablaban de poesía sin conocerla, cuando enojados eliminaban pedazos del mundo
sin más y se cuestionaban de cuando no se sabe elegir, ¿por qué? Será porque
faltan opciones y las nuestras siempre han sido ser invisibles.
- Creo que nada de
lo que creemos que nos representa, lo hace.
- Te dibujé un
planeta, el nuestro.- Tú no entiendes Hada, tener futuro es como tener pasado. Así, igual de culero.
- Nuestro verdadero problema es que ya olvidamos coger, como animales que somos.
Para Hada hablar de
pasados y futuros significaba recordar demasiado -- esloquemenosquiereuno- cuando, además
de temores, hay círculos mal cerrados, mal copiados, mal eliminados, mal
vaciados de la papelera. Lloraba como niña en presentes , se mordía los labios
con sangre, con labial rojo con sabor coca cola vainilla –porqueamimegusta- se
lamentaba por ese olvido de ni siquiera tener claro lo que había pasado hace
dos noches o tres, según el calendario y el miedo, ese que le dejó su brinco de
la mota olorosa a la piedra paranoica –soylibre- al snif snif- deafueradelbaño- del bar mesita de centro de
tu casa, espejo billete de a veinte –nomevoyaquejar-. Con ese mismo miedo a
saltar, agarró una noche sus cosas
y se dejó caer. Sin romperse nada más que los labios mordidos y las uñas cortas
de sentarse a esperar; los dientes blancos para sonreír; sacar la cabeza por la
ventanilla del coche –paraagarraraire- antes de saltar de nuevo. Vas.
-
/Porque aunque no quiera
estoy pensando
como pude alejarme de
vos…/
- - Hada, ya
despierta.
Hay un sonido roto en
las bocinas viejas del cuarto ese, la guitarra marrana que no sabe si va o
viene, o si es regué o es rock o blus, pero así se habían enamorado. Así, con
“Pity” como poeta que incita con la voz rota, de fondo en el sonido ese, y de reojo un pase o un beso o ambos, -meduelenoverte-
y cuando baila le duele no tocarla,
ni verle las pecas, esas del pecho y arriba la sonrisa de lado; la nariz ceniza
y los ojos extraviados cuando bailaba para él –sinsaberlohacer-. Se habían
besado también con el sonido ese rasgado entre vasos rojos –desosdeloxxo- y
latas aplastadas –detecatelait- acomodadas como en espira,l como esperando y ya
no queda nada.
Estaba acostumbrada a
sentirse distinta y aquella noche, que fue ella, no lo pudo soportar.
- Y ahora que no es
necesario voy a ser como querías.
El pastel se quemó en el plato de winipu, igual que
Pooni hace un año, cargados ambos de silencio. Formaron tantos planes que no hicieron
nada más.
- - Hada, ya
despierta.