martes, 26 de marzo de 2013

Dios en el cerdo


Algunos saben que por mucho tiempo me consideré amigo de Dios, una extraña manía de sentirme elegido, casi como su mesías  aunque bueno, nunca fui invitado a esas tardes de domino y whisky en algún café celestial donde seguramente  se reúne con un grupo selecto de pensadores, músicos y artistas a hablar de nosotros; sus pequeños títeres emancipados a la mala por algún hippie o revolucionario que hoy platica con él sentado en la misma mesa, molesto con algunos músicos que no dejan de fumar y que se detienen un poco para criticar las pinturas que decoran el lugar, el cual, poco a poco comienza a llenarse de famosos que reservaron el martes, porque es el día que Dios socializa con algunos de sus mejores amigos.  
Los meseros rápidamente acordonan el área VIP para evitar que los demás comensales pidan autógrafos, aunque algunos, los mas emocionados encienden la rockola y con tarros de cerveza en la mano, entonan el "el jefe de jefes" dirigiéndose a la mesa principal con ganas de una sonrisa, que irónicamente les regala Dios para no despreciar el cumplido.
Cuando la madrugada llega, el lugar empieza a vaciarse y sus amigos se van uno a uno, Él; recargado ahora en la barra le pide un cigarro al cantinero y sin encenderlo lo mantiene en su boca por algunos minutos, voltea a todas partes como esperando respuesta de algo que jamás a preguntado, pero que aquí, donde estoy yo cuestiono lo mismo.
¿Cómo se sentirá Dios cuando esta solo?
Tira el cigarro y pide la cuenta apresurado, tal vez quiere llegar a ver la tele un poco o leer antes de dormir, mañana empezara un miércoles difícil como deben de ser todos sus días, lidiando con la prensa del paraíso que le reclama las condiciones inhumanas en las que nos tiene. Después de pagar la cuenta busca unas monedas y se acerca a la rockola, empieza la canción que selecciono sin dudar… "Imagine all the people, living for today... "
El mesero observa como Dios sale de ahí tranquilamente, se acerca a la mesa y voltea con el cantinero como todos los martes a la misma hora que el café queda solo y sonríe, otra vez se fue y no dejó propina.